ESCENAS DE LA VIDA PARROQUIAL


ESCENAS DE LA VIDA PARROQUIAL

George Eliot

Colección: Alba Clásica



Alba editorialTraducción: Marta Salís
Encuadernación: tapa dura
ISBN: 97884-84288558
Páginas: 544
Precio: 25€







Sinopsis.-

«Nunca había visto nada parecido a la veracidad exquisita y a la delicadeza tanto del humor como del pathos de estas historias; y me han impresionado de una manera que me sería muy difícil expresar.» Charles Dickens

Escenas de la vida parroquial fue la primera obra de ficción publicada por George Eliot. Consta de tres nouvelles que aparecieron anónimamente por entregas en la revista Blackwood’s y luego se publicarían en un libro en 1858, ya firmado por «George Eliot». Si Middlemarch sería la crónica de la vida en provincias, estas Escenas, situadas en las ficticias poblaciones de Shepperton y Milby, en las Midlands, lugar de nacimiento de la autora, son una crónica de la vida rural, trazada especialmente alrededor de la figura del párroco, uno de los personajes más relevantes de la narrativa británica del siglo XIX. Los conflictos sociales y religiosos son el telón de fondo de historias muy íntimas, casi secretas, en torno a reputaciones dañadas, virtudes equívocas, amores perdidos o pesadillas incubadas en interiores aparentemente idílicos.
El último de los relatos, «El arrepentimiento de Jane», es precisamente una anticipación insólita del tema de la violencia doméstica. George Eliot, en esta su primera obra, ya apuntaba la profundidad de pensamiento y la capacidad de abarcar todo un mundo en un pequeño espacio que serán características de su obra de madurez.

Mi opinión personal.-





Os voy a contar lo que me ha parecido la lectura de “Escenas de la vida parroquial”, que de momento ya os anticipo que me ha resultado muy placentera.
El libro consta de tres historias o relatos largos, yo casi los consideraría novelas, pues el primero tiene cien páginas y los dos relatos siguientes, doscientas.
Las narraciones se situan entre finales del siglo dieciocho y principios del diecinueve, en Inglaterra.
Son historias diferentes, que ocurren en poblaciones cercanas entre sí, y cuyo tema principal gira a la figura del párroco rural y algo hecho relacionado con este. En algunos vemos a algunos personajes comunes como el médico el doctor Pilgrim y alguno más.
Las historias que componen esta novela son los siguientes títulos:





-El triste destino del reverendo Amos Barton.

-La historia de amor del señor Gilfil.

-El arrepentimiento de Janet.

Y ahora os voy a resumir un poco de lo que trata cada una de ellas, intentando no revelar demasiado.


- El triste destino del reverendo Amos Barton.

En la historia de “El triste destino del reverendo Amos Barton”, la acción transcurre en el imaginario pueblo de Shepperton. Narra lo que le ocurrirá al reverendo Amos.

Amos Barton es un hombre muy pobre. Os pongo el texto donde nos enteramos de su situación económica, descrito detalladamente por la autora.

No imaginarás, espero, lector, que Amos Barton era el titular del beneficio de Shepperton. No era así. En aquellos tiempos un hombre podía tener tres beneficios pequeños, pagar una miseria a un coadjutor en dos de ellos, y malvivir él con el tercero. Y ése era el caso del párroco de Shepperton (un párroco aficionado a los ladrillos y el mortero, por lo que estaba muy endeudado en una lejana provincia norteña), que cumplía sus funciones parroquiales con Shepperton embolsándose treinta y cinco libras y diez chelines al año, cantidad que guardaba para sí, después de pagar ochenta libras anuales de salario a su coadjutor. Y ahora ¿podrías resolverme el siguiente problema? Tenemos a un hombre casado y con seis hijos, obligado a salir siempre con un traje de paño negro que no socave los cimientos del orden establecido con un brillo plebeyo o cierta blancura indecorosa en los puños; con un pañuelo níveo en el cuello, lo que supone una importante labor en las secciones de costura, almidonado y plancha; y con un sombrero que no muestre síntoma alguno de adherirse a la odiosa doctrina del oportunismo, deformándose según las circunstancias. Supongamos, además, que tiene una parroquia lo bastante grande para crearle una necesidad exterior de abundante cuero para zapatos, y una necesidad interior de abundante carne de vaca y cordero, así como lo bastante pobre para requerir frecuente consuelo espiritual en forma de chelines y monedas de seis peniques; y, finalmente, imaginemos que se ve obligado, por su propio orgullo o el de los demás, a vestir a su mujer y a sus hijos de punta en blanco, desde los lazos del sombrero hasta los cordones de los zapatos. ¿Mediante qué proceso divisorio puede conseguirse que la suma de ochenta libras anuales de un cociente que cubra las necesidades semanales de ese hombre? Pues éste era el problema que planteaba la situación del reverendo Amos Barton, como coadjutor de Shepperton, hace poco más de veinte años.

Una vez hecha esta aclaración sobre Amos Barton, la autora nos introduce en la narración presentándonos una escena donde comentan esta situación algunos vecinos de Shepperton. Entre estos están la anciana y rica señora Patten, su sobrina Janet Gibbs, y sus vecinos la señora y señor Hackit, granjeros, y uno de los dos médicos del pueblo: el doctor Pilgrim.

Amos Barton es un hombre medio calvo, de mediana edad, con rasgos anodinos. Sin embargo pese a su escaso atractivo físico, está casado con Milly, una hermosa mujer, alta y elegante, además de cariñosa y trabajadora.

En la escena donde comienza esta historia, el doctor Pilgrim, que es tartamudo, acusa a Amos de que este sea partidario de los himnos eclesiásticos; de ser disidente porque predica sus sermones en una casa los domingos por la tarde. Aparte de que lo detesta, porque el reverendo tiene como médico a su rival, el doctor Brand. Entre ambos doctores se reparten la clientela del pueblo. La señora Hackitt es la única que le defiende.

Los señores Barton son invitados por muy poca gente del lugar. Entre ellos, están la condesa Caroline Czerlaski y su hermano. Un día, surge un altercado entre Carolina y su hermano, (con quien convive); y la condesa se instalará entonces a vivir en la casa del reverendo Amos, junto a su numerosa familia. Este hecho desatará las maledicencias de los vecinos.

El pobre Amos Barton se verá sometido a los chismorreos del pueblo, será juzgado injustamente. Y como el mismo título anticipa ya, le ocurrirá algo muy triste.

Acudiremos al desenlace de la historia y comprobaremos como las trágicas circunstancias, en ocasiones pueden hacer cambiar las opiniones de las personas.



-La historia de amor del señor Gilfil.

El relato de “La historia de amor del señor Gilfil”,es en mi opinión el más romántico de los tres, y la historia más bonita, aunque también tiene su parte de tristeza.

La narración comienza en el pueblo de Shepperton; conoceremos a algunos vecinos del lugar, tales como la señora Parrot, la señora Higgins y la señora Fripp, quienes sienten gran respeto por el anciano reverendo Gilfil, y acuden a la parroquia a escucharle. Sus sermones son cortos. El reverendo Gilfil es un hombre bonachón, que además de predicar en Shepperton, también lo hace en Knebley, donde acuden muchos granjeros pobres.
El señor Gilfil vive con su vieja ama de llaves, Martha.
En la narración leemos:

¿Así que el señor Gilfil era soltero?

Esa era la conclusión a la que probablemente se llegaría al entrar en su salón, donde las mesas vacías, las enormes y anticuadas sillas de crin de caballo, y la raída alfombra turca fumigada constantemente con tabaco, parecían contar la historia de una existencia sin esposa, que no desmentía ningún retrato, ningún bordado, ningún detalle desvaído de primorosa trivialidad que dejara entrever unos dedos finos y algunas pequeñas ambiciones femeninas.

Sin embargo en la casa hay otra habitación donde la autora nos hace esta otra descripción:

Era conmovedor ver como la luz del día entraba a raudales cuando Martha levantaba las persianas, descorría las gruesas cortinas y abría las ventanas del mirador gótico. En el pequeño tocador había un delicado espejo con un marco dorado bellamente labrado; aún quedaban restos de cera en los candelabros laterales, y en uno de sus brazos colgaba un pequeño pañuelo de encaje negro; un acerico de raso descolorido con los alfileres oxidados, un frasco de perfume y un gran abanico verde seguían en la mesa; y sobre un pequeño neceser al lado del espejo había un costurero y una capota de bebe sin terminar, que el tiempo había amarilleado.

La autora nos introduce en el primer capítulo partiendo del presente actual, donde observamos a un anciano reverendo Gilfil; pero en el siguiente capítulo nos mete ya de lleno en su historia. La del joven y apuesto, reverendo Maynard Gilfil.

Todo comienza en el año 1788, donde asistimos a la entrada en escena de Caterina, que vive en la lujosa mansión de Cheverel Manor.

Caterina es una joven italiana que siendo niña, fue adoptada por sir Christopher y lady Cheverel (Henrietta); que en viaje que ambos hacían por Italia, la conocieron y se la trajeron a vivir con ellos a Inglaterra. Sir Christopher le profesa un gran cariño, llamándola por el apelativo de “mico”, ya que la jovencita es muy morena y menuda. Tiene estupendas aptitudes musicales, toca el piano y canta de maravilla.

Está enamorada del sobrino de sir Christopher, el capitán Anthony Wybrow, heredero de su fortuna.

A su vez, el joven reverendo Maynard Gilfil, está profundamente enamorado de Caterina, a quien conoce desde niña, y entre ambos reina una sincera amistad.

Maynard es quien ofrece el servicio religioso en la capilla de la mansión Cheverel Manor, en calidad de capellán, a la vez que es coadjutor en una parroquia vecina.

Caterina y Anthony Wybrow han tenido una especie de romance, el cual fue interrumpido por Anthony ante su próxima boda con la señorita Assher. Esta, en compañía de su madre, acude a la mansión para conocer a los tíos de Anthony. Caterina tendrá enormes celos de Beatrice Assher, y esta de Caterina.

Y entonces sucederá la tragedia, donde acudiremos al desenlace de esta hermosa y triste historia, en donde al final observaremos como el reverendo Gilfil tendrá que convivir con la tristeza de sus recuerdos.


- El arrepentimiento de Janet.

El relato de “El arrepentimiento de Janet”, es el más extenso de los tres, y tal vez el más interesante. La narradora, aparte de la religión, nos muestra el crudo tema del maltrato.

Quien lo sufre en Janet, la esposa del cruel y alcohólico abogado Dempster.

La acción ocurre en el también ficticio pueblo de Milby.

Todo comienza en la taberna del “León Rojo de Milby”, donde un enérgico y locuaz abogado, el señor Dempster, está de discusión con sus vecinos. La discusión versa sobre el recién llegado párroco al lugar, el señor Tyran. Y sobre las diversas ramas de la religión protestante: presbiterianos, disidentes, etc.

Así, leemos en el texto:

-¡Bah!–exclamó el señor Luke Byles, que se vanagloriaba de ser un gran lector, y acostumbraba a preguntar a cualquiera que se tropezaba si había oído hablar de Hobbes-. Me parece justo instruir a las clases bajas. Pero este sectarismo dentro de la Iglesia tiene que acabar. En realidad estos evangélicos no pertenecen a la Iglesia anglicana; no son mejores que los presbiterianos.

Leemos también lo que opinan algunos habitantes del pueblo sobre la llegada del señor Tyran, el nuevo coadjutor de la capilla construida en las tierras comunales de Paddiford. El señor Tyran es evangelista.

En Milby no tardaron en enterarse de que el señor Tyran tenía unas opiniones muy peculiares; de que improvisaba sus sermones, de que estaba organizando una biblioteca pública de libros religiosos en ese rincón remoto de la parroquia; de que comentaba las Sagradas Escrituras en el interior de las casas humildes; y de que sus sermones atraían a los disidentes, y llenaban su iglesia hasta los topes. Se corrió el rumor de que el evangelismo había invadido la parroquia de Milby: una plaga o una enfermedad tanto más terrible cuanto que su naturaleza no era sino una débil conjetura.

Tyran era el primer clérigo evangélico que había cruzado el horizonte de Milby

La alarma creció alcanzó su clímax cuando se supo que el señor Tyran estaba tratando de conseguir el permiso del reverendo Prendergast, el párroco no residente, para pronunciar un sermón vespertino en la iglesia de Milby, con la excusa de que el anciano señor Crewe no predicaba el Evangelio.

En la parroquia de Milby predica el señor señor Crewe, el anciano párroco. Crewe vive con su mujer sorda y es tacaño, debido a su tacañería le gastan bromas los vecinos. Sin embargo aún conserva unos cuantos seguidores.

Dempster quiere impedir que Tyran predique los domingos junto al reverendo Prendergast. Por ello quiere expulsar a Tyran del pueblo, le odia profundamente y emprende una campaña contra este, le ridiculiza con caricaturas en compañía de algunos lugareños, y al principio gana, pero después pierde la batalla ya que un obispo llegado a Milby para dar la confirmación a unas niñas, y que había sido apelado para que el señor Tyran de el sermón vespertino, lo aprueba.

Transcribo a continuación, otro fragmento de la narración transcurrida en la taberna “El león rojo de Milby” donde el molinero Tomlinson y Dempster emiten sus opiniones sobre el reciente acontecimiento (cuando el obispo da su visto bueno para que el reverendo Tyran dé su sermón vespertino en la iglesia de Shepperton).

-Ese pobre obispo está demasiado viejo y achacoso, ésa es mi opinión- dijo el señor Tomlinson-; de lo contrario, no habría apoyado a un servil metodista como Tyran. En cuanto a mí, creo que daría igual no tener obispos si ésa es su forma de actuar. ¿Qué sentido tiene que ganen mil libras al año y vivan en un palacio si no siguen los principios de la Iglesia?

-No, no. Está hablando de algo que se le escapa, Tomlinson- le corrigió el señor Dempster-. Nadie me oirá decir una palabra en contra del episcopado: es una salvaguardia de la Iglesia tener rangos y dignidades dentro de ella como en todas partes. ¡No, señor! El episcopado es algo bueno; aunque pueda haber un obispo que no dé la talla. Del mismo modo que el brandy es algo bueno, aunque sea británico y sepa como agua de lluvia azucarada recogida en la chimenea. Vamos Ratcliffe, déme algo de beber con un poco menos de cocimiento de azúcar y hollín.

Pero el señor Dempster no se dará por vencido ante esta victoria de Tyran, y vuelve a ridiculizarlo cuando el reverendo imparte su primer sermón vespertino.

En la narración aparecen otros personajes, tales como el doctor Pratt, que es tyranita (apelativo dado a los seguidores del reverendo Tyran), y el doctor Pilgrim, que no lo es. Hay bastante antagonismo entre estos dos personajes, los habitantes del pueblo acuden a uno u otro.

También desfilan entre las páginas de esta historia muchos más personajes con particularidades distintas, tales como el rico molinero Tomlinson, el aristocrático señor Lowme, las señoritas Phipps, las señoritas Pittman, el señor Landor, las señoritas Linnet, solteras y cultas, la señorita Pratt, (hermana del medico Pratt), su sobrina, y la señora Pettifer.

El reverendo Tyran predica y vive en las tierras comunales de Paddiford, junto a una patrona que lo alimenta mal. Está tísico y es muy bondadoso.

Otro personaje del relato que despierta nuestra simpatía es el anciano y acaudalado señor Jerome, miembro principal de la congregación del templo de Salem. Se llama también como el templo de los independientes.

Copio del texto:

“Los independientes eran los únicos disidentes cuya existencia conocía la aristocracia de Milby, con la vaga idea de que los puntos destacados de su credo eran la oración sin libros, el ladrillo rojo y la hipocresía. “

Bien, esta es uno de los temas importantes que trata la narración, cuyo protagonista es Tyran. Pero la gran protagonista de este relato, en mi opinión es Janet.

Janet está casada con Dempster, que es un tirano borracho que la maltrata constantemente. Por culpa de su desgraciada vida, se refugia en el alcohol, de cuyo vicio no puede escapar. No tiene hijos, hecho que también le causa gran pesar.

Janet es morena, alta y hermosa pero su rostro refleja sufrimiento. Su madre, la señora Raynor, es viuda. Sufre por ella pero no puede hacer nada.

El maltrato de Janet es conocido por todos los habitantes del pueblo, sin embargo, aunque algunos la compadecen, hacen oídos sordos ante la desgracia y desesperación de la pobre Janet, incluso su madre. Observamos en un fragmento del relato, el decaimiento de la pobre Janet tras haber sufrido una de las palizas de su marido.

No dio los buenos días a su madre ni tampoco la besó. Entró en la sala y, sentándose en el sofá que había enfrente de la butaca de la señora Raynor, contempló con la mirada perdida muebles y paredes hasta que las comisuras de sus labios empezaron a temblar, y sus ojos oscuros se llenaron de lágrimas que resbalaron por sus mejillas. La madre se sentó en silencio frente a ella, sin atreverse a hablar. Estaba segura de que no había ocurrido nada nuevo, y de que el torrente de palabras, más tarde o más temprano, acabaría abriéndose camino.

-¡Madre! ¿Por qué no me dice nada?-exclamó Janet finalmente-; le da a usted igual que sufra; me echa en cara que me sienta…que sea desgraciada.

-Tesoro, yo no te echo nada en cara, me das mucha pena. Te has levantado con jaqueca, has pasado muy mala noche. Te prepararé una taza de té. Quizás no hayas desayunado bien.

-Claro, eso es lo que le gusta pensar, madre. Es la historia de siempre, cree. No me pregunta qué ha pasado. Está harta de escucharme. Es usted tan cruel como los demás, todos somos crueles en este mundo. Todo son culpas, culpas, culpas; jamás un poco de compasión. Dios es cruel por haberme traído al mundo para que sufra tanto.

-Janet, Janet, no digas eso. No somos quienes para juzgar; debemos resignarnos; debemos dar gracias por el don de la vida.

-¿Dar gracias? ¿Por qué tenemos que hacerlo? Dios me ha dado un corazón para sentir, y lo único que me ha enviado es sufrimiento. ¿Qué culpa tengo yo? ¿Cómo iba a saber lo que me ocurriría? ¿Por qué no me avisó usted, madre? ¿Por qué dejó que me casara? Usted sabe los brutales que pueden ser los hombres; y lo mío ya no tiene remedio…ni esperanza. No puedo quitarme la vida; lo he intentado; pero no puedo dejar este mundo para irme al otro. Quizá tampoco haya compasión en él.

También hay que destacar en el abogado Dempster su comportamiento dispar, por un lado es el tiránico maltratador de Janet, sin embargo por otro le vemos tratar con ternura a su anciana y delicada madre, mujer diminuta llamada cariñosamente Mamsey. Ella sentirá dolor por la brutalidad con que su hijo Robert trata a su nuera, pero al mismo tiempo la culpa. En su pensamiento cree que su hijo hubiera sido de otra manera si se hubiera casado con la mujer adecuada.

Dempster, en uno de sus ataques de ira, echará  a la calle a Janet, pero esta se refugiara en casa de una amable vecina, la señora Pettifer, quien la acogerá y la resguardará en su casa. Esta señora es tyranita.  Janet más tarde confesara al reverendo Tyran sus pesares, y este la reconfortara.

El deterioro de Dempster irá en aumento a partir de entonces, y Janet sufrirá una transformación en su pensamiento y comportamiento que le otorgarán fuerzas y esperanzas. 

Conclusión.-

Me ha gustado mucho leer estos tres relatos. Considero la escritura de George Eliot, elegante, muy detallista.

Antes de contarnos cada historia, dedica un primer capítulo como de introducción, muy descriptivo. Quizás algunos lectores se sientan abrumados ante el inicio de la historia, pues Eliot como buena erudita que es, nos describe lentamente escenarios y personajes, a la vez que nos va informando de leyes hechos y personajes.

George Eliot, nos describe a sus protagonistas tanto por dentro como por fuera. Sabemos de sus rasgos físicos, y de sus sentimientos y sus maneras de pensar.

En esta novela, que aparte de los temas personales de cada párroco que protagoniza la historia, vemos un montón de opiniones y debates sobre temas de la iglesia, sus diferentes clases. Se centran en la diversidad de religiones protestantes, tales como evangélicos, metodistas, presbiterianos…

 Su escritura hay que leerla pausadamente, saborearla despacio. Una vez introducidos en la trama, cada capítulo va despertando cada vez más nuestro interés.

 Eliot es muy observadora de la naturaleza humana. A la vez utiliza sabiamente su sutil e inteligente ironía.

También es una gran crítica social y nos enseña un muestrario de personas, a cada cual más diferente. Sabe mucho de las virtudes y los defectos humanos. Sin embargo, deja de la mano del lector que se forme su propio juicio.

“Escenas de la vida parroquial” fue una de sus primeras novelas, pero ya advertimos en esta su gran maestría.

Os aconsejo que leáis esta novela, que os sentéis cómodamente en vuestro sillón favorito, y que os adentréis en la inteligencia que desprende la escritura de Eliot.
LA AUTORA.-



George Eliot

George Eliot nació en 1819. Tradujo la Vida de Jesús, del teólogo alemán David Strauss, La esencia del cristianismo de Feuerbach y la Ética de Spinoza. Escribió Scenes of Clerical Life (1858), El molino del Floss (1860), Silas Marner (1861), e insólitos experimentos como la novela corta El velo alzado (1859) que anunciaron ya a una escritora de gran ambición y originalidad.A su etapa de madurez pertenecen Middlemarch (1871-1872) y Daniel Deronda (1876). Murió en 1880.



Para más información de esta novela, pinchar aquí.

Libro cedido por ALBA EDITORIAL.

¡MUCHAS GRACIAS!




Comentarios

  1. Una reseña muy completa. Quizás ayudaría más a situar al lector indicar desde un principio en qué época y lugar está el texto encajado. Pero no puedo negar que trabajar a conciencia tus entradas. ¡Enhorabuena!

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    1. Hola muchas gracias ORT, pues yo pensaba que ya lo había puesto, pero ahora acabo de añadir época y lugar. Me alegro de que te guste. Sinceramente, te diré que está entrada me ha costado mucho hacerla, jaaaaaa y para colmo blogger me iba fatal y he tardado como unos dos mil años. Pero bueno, hela aquí por fín.

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  2. Sólo he leído un libro de Elliot y me gustó mucho.
    Este no lo conocía y parece interesante... buena reseña, muy completa =)

    Besotes

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