UNA VOZ PARA PABLITO



                                                           



Margarita tiene un amigo. Se llama Pablito.
Los dos tienen nueve años. Se conocen desde muy pequeñitos.
Fue en el parvulario cuando iniciaron su amistad, y desde entonces son inseparables.
Pero hoy Margarita está muy triste, porque su mamá le dijo ayer que Pablito está malito.
No saben el motivo de su enfermedad, no tiene fiebre, no tose, no le duele la barriga ni la cabeza, pero le ha ocurrido una cosa muy horrible.
Pablito se ha quedado sin voz.
No puede cantar, no puede gritar, ni siquiera puede decir su nombre.
Ninguna palabra sale de su boca, ningún sonido…NADA.

Margarita al enterarse de la noticia, salió corriendo a casa de Pablito para verle.
Allí se encontró a su amigo completamente mudo.
Le contó chistes para ver si se reía, le cantó su canción favorita, la que tanto le gusta, a ver si le acompañaba, le hizo cosquillas, incluso le pegó un susto… Pero todo fue inútil.
Pablito no habló, y nadie sabe por qué.
Así que Margarita está muy preocupada. Algo tiene que hacer para curar a Pablito.

Esta mañana decidió consultarle a su hada Madrina, porque la niña tiene un hada amiga que se llama Emilia, y es muy sabia.
Ella lo sabe todo.
La llama repitiendo su nombre siete veces, como así son las normas para llamar a las hadas.
- Emilia, Emilia, Emilia, Emilia, Emilia, Emilia, Emilia… dice muy bajito.

El hada aparece y le pregunta que es lo que quiere Margarita.
La niña, casi llorando le cuenta el problema de su querido amigo.
A lo que el hada le contesta:
- Si quieres que Pablito recupere la voz, tienes que buscarle una.
- ¿Pero dónde?- le pregunta ella.
- En el País de todos los deseos posibles. En ese lugar, seguro que encuentras muchas voces para él.
- Pero escúchame con atención -sigue diciéndole. Debes ir cuando los adultos estén durmiendo. Te levantas de tu cama sin hacer ruido, sales de tu casa, recorres un par de calles, y cuando te encuentres con un letrero iluminado con letras azules que ponga: Deseolandía, abres la puerta y entras .
Allí veras que los trabajadores de los deseos no paran de fabricar toda clase de estos, cuando encuentres el que más te guste se lo pides. Eso sí, te reclamarán algo a cambio. Porque algunos de estos hombrecillos son malvados.
Y dichas estas palabras, el hada Emilia, desapareció.

Por la noche, Margarita sale de su casa cuando sus padres están dormidos, despacio y sin hacer ruido, recorre un par de calles, y ve el letrero iluminado con letras azules, que pone: Deseolandía, y entra.
El lugar es muy, muy grande, y está lleno de gente. Allí están los trabajadores de los deseos y los buscadores de ellos.
Ha encontrado muchos hombrecillos, que le ofrecen bonitas voces para su amigo, pero ha decidido, de momento, elegir sólo cinco.

El primer hombrecillo, le ofrece una voz aterciopelada, muy bien conservada y de tono simpático. ¿Qué me ofreces a cambió?- le dice .
- Pues te ofrezco mi postre favorito, tarta de nata y fresas- le contesta Margarita.
-No es suficiente, para mí.- le dice el primer trabajador, y le da la espalda.

El segundo hombrecillo, le muestra una voz de enorme potencia, capaz de emitir gritos tan altos, que hasta pueden oírse en Luna., y le dice a la niña:
-¿ Qué me ofreces a cambio?
-Te regalo mi colección de muñecas de trapo, a las que adoro con locura- le contesta Margarita.
-No es suficiente... le responde el segundo trabajador y se aleja.

El tercero le enseña una voz muy lista, capaz de aprenderse cien ciudades de memoria y saberse la tabla de ocho de corrido.
- ¿ Qué me ofreces a cambio?-le pregunta
-Te ofrezco una pierna, como tengo dos, aunque me quede coja, todavía podré caminar, aunque sea dando saltitos.
- No es suficiente para mí- le contesta el tercer trabajador y se pone a continuar añadiendo más inteligencia a su voz, ya sin hacerle caso a Margarita.

Ella, un poco desilusionada, se dirige al cuarto trabajador, el cual le ofrece una voz rara, una mezcla entre voz de niño y niña, de tono ni muy alto ni muy bajo, ni muy bonita ni muy fea.
- ¿Qué me ofreces a cambio? – le interroga el cuarto trabajador.
-Te ofrezco mis ojos,- no veré, pero al menos podré oír a mi amigo, que me dirá por donde andar sin caerme.
-No es suficiente para mí -Anda , vete niña, que todavía tengo que añadir más cosas a esta voz para que me quede más rara, y le dió un empujón a Margarita.

La niña, llorando de pena, va a visitar al quinto trabajador, que le enseña una voz de niño muy normal, y le cuenta que a veces la voz puede resfriarse y quedarse un poco afónica, pero que al cabo de una semana más o menos, vuelve a recuperarse y ser la misma voz de antes.
-¿ Qué me ofreces a cambio?- le pregunta el quinto trabajador .
-Te regalo mi corazón.
- Pero sin tu corazón no podrás vivir-le contesta el hombrecillo.
-No me importa, yo sólo quiero que Pablito vuelva a hablar, a cantar, y a reír como antes.
El quinto trabajador conmovido por la generosidad de Margarita, le entrega la voz, y le contesta a la pequeña:
-Puedes quedarte con ese maravilloso corazón que tienes. Yo puedo fabricar más voces, pero tú sólo tienes uno.

Entonces, Margarita, muy contenta sale de Deseolandía con una voz para Pablito.
Y el niño, al día siguiente cuando Margarita se la entrega le dice sonriéndole:
-Muchas gracias.



Safe creative 1105019102154

Comentarios

  1. ¡ Oh, este cuento va a salir editado en la revista bilingüe ARCOIRIS nª 29, en francés y en castellano!. ¡Qué contenta estoy!.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

LAS SIETE HERMANAS

EL JOVEN MORIARTY Y LA PLANTA CARNÍVORA

LA HIJA DEL VERDUGO